A veces, debemos fingir,
ocultar nuestros sentimientos,
como hojas que se deslizan en la corriente,
sin revelar su destino.
El corazón, testigo silencioso,
late en la penumbra,
mientras la vida nos desafía,
y la persona especial no escucha.
Doloroso es el abismo
entre lo que sentimos y lo que mostramos
pero en ese equilibrio,
aprendemos a danzar con la sombra.
En la quietud de la noche,
los susurros del alma se pierden,
y en el eco de nuestros pensamientos,
hallamos la verdad oculta.
Cada lágrima no derramada,
es un río de emociones contenidas,
y en el silencio de nuestras miradas,
se revela el amor no dicho.