En la vastedad del silencio,
donde las sombras llevan susurros,
la soledad se asienta como una niebla,
cubriendo el alma con sus brazos fríos.
Soy un barco naufragando,
en mares de un viento helado,
cada ola, un recuerdo de sueños,
cada ola, un grito ahogado.
En un laberinto de espejos,
mis pensamientos juegan a perder,
reflejos de risas pasadas,
que ahora se disuelven en la piel.
La soledad es un campo de batalla,
donde lucho con demonios invisibles,
cada suspiro un balazo en el pecho,
cada latido, un eco indomable.
A veces, se asoma un destello,
una luz que alcanza la penumbra,
y en tus ojos veo el refugio,
un faro en mi noche más profunda.
Si un día me lees, en la bruma,
quiero que entiendas, sin vacilar,
que siempre te amé, a pesar de la tormenta,
te amaré en esta vida y en todas.