Manuel Valles

Réquiem de la noche última

Hay noches en que el silencio

va tomando la forma de las cosas;

noches que dejan su huella

hundida en la cama, temblorosa

como dos manos viejas.

 

Hay noches ruidosas

que llegan como una bala

a matar el alma,

a hacerla trizas y echarla afuera,

con cierto repiqueteo de fastidio en los oídos.

 

Pero ya sean silenciosas

o ruidosas las amo;

las camino por las calles despobladas

del barrio;

las siento en mi cuerpo

como una vibración de grillos

cantando para mí solo

a esa hora justa en que todo duerme a veces;

en que se calman los brazos del hombre torvo;

en que abren las flores

sus fragancias nocturnas,

sus multicolores paletas;

en que la espuma de un jabón

echado en la acera secó

dejando su huella albina

pegada, como una baba de gusano,

en el polvo.

 

Hay noches, en fin,

con un cierto toque de ociosidad

en cada uno de sus costados,

noches abiertas

en las que mi alma se refugia

entre las sombras

de sus fantasmas, y muere.