Yo soy un mito.
Me toco, siento, y me duele.
En las callesjuelas perpetuas,
los dramas se repiten,
rostros anónimos en un desfile cíclico.
Son las mismas aves,
no migran, no huyen.
Hibernan sin estaciones,
se resguardan de algo innombrable,
un miedo antiguo, arraigado.
Evitan el sufrimiento a toda costa,
pero al hacerlo,
pierden el temblor del vuelo.
Son los mismos hombres,
las mismas mujeres,
figuras moldeadas por el eco del deber,
obedientes al reloj del mundo.
Avanzan, sí,
pero solo para perpetuar su sombra.
Progresan en lo normal,
consuman la expectativa social.
Necesitan héroes,
pues temen enfrentar su reflejo.
Nacidos en cubículos grises,
acumulan posesiones
como evidencia de un éxito sin alma.
El miedo es su brújula,
y sus destinos,
serán otros para no ser ellos mismos.
Reprochan la otredad,
pero alzan su voz contra el espejo,
exigiendo al mundo
que siga siendo el mismo.