Abrazaba la noche mi soledad,
se va quemando este otoño,
y sigo dando vueltas a lo mismo
como burro atado a la noria.
Remuevo entre las cenizas
y aun en mí, hay rescoldos,
no puedo olvidarla,
porque nadie nunca
me beso,
con tanta ansiedad.
Es la impotencia que ahoga
mi palabra,
como lacerantes cuchillos
hundidos en mis sueños,
que muerden en la memoria
del desamor.
A lo lejos se levantan oscuras,
frías y lentas chimeneas
que exhalan un vaho de melancolía,
y envuelven el camino
donde permanecen sus huellas.