Dejas atrás
las luces y las sombras
con tu pasado.
Allí se quedan,
sumidos en la niebla
tantos recuerdos.
Te pertenecen
las lágrimas y sangre
que derramaste.
También la risa
silente, de tus labios,
de aquellos días.
Y el vendaval
de nervios y pasiones
que vino a ti.
Fueron los años
de eterna primavera
que atrás quedaron.
Hoy, el otoño,
te lleva hasta ese tiempo
y sus rescoldos.
Tiembla tu cuerpo,
y el alma, se estremece
con gran candor.
Suspira el labio
y hay lágrimas rebeldes
en tus pupilas.
Pero al invierno,
le ves, como se acerca,
con su silencio.
Y no haces nada,
si acaso, en un susurro,
dices un nombre.
Cierras los ojos,
te abrazas a la noche
y duerme el alma.
Rafael Sánchez Ortega ©
18/11/24