¡Qué desmadre es el que hay aquí!
Aún me pregunto cómo empezó.
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Uno hablando solo
y no se sabe y está borracho o loco de remate.
…
¿Qué tal, si hacemos un pareado?
Tú, los versos y yo, a tu lado
tú, de perfil y yo, de costado
y los dos, mejor, si callados.
.
Bueno, pero deja que te diga
presta atención, no te me distraigas
yo, bocarriba, nada de perfil,
y tú, ya sabes, encima de mí,
y callados, bueno, vale, mejor, así
que más nos valdrá hacer, que decir
no sea que por decir, te despistes
y yo me quedo como aquel del chiste:
uno que fue a terapia constructiva
y cuando salió, dijo, ¡qué boñiga!
.
Mejor sería un buen fusionado
mira, tú, arriba y yo, abajo
y los dos, de rebien concentrados
podamos decir, ¡Qué buen trabajo!
Y luego, de tan rico fusionado,
si quieres, de nuevo al pareado
pero ya sabes, mejor callados
que, si de perfil, o de costado
ya lo veremos sobre las rimas
si te pones encima, o yo abajo.
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Al final, aquellos locos de amor
de tanto fusionado y pareado,
no es que terminaran agotados
es que, de tanto furor abrasador
donde las rimas eran las llamas,
terminaron tan achicharrados
que, al no tener el agua cerca
fueron corriendo, desesperados
a ver si por suerte la encontraban
sin darse cuenta, que iban desnudos.
Las estrofas, pasmadas flipaban
Los poemas se quedaron mudos
y las rimas, que estaban en llamas
gritaban: ¡Pelotudos, sonetos, sonetos!
Que son más tranquilos y coquetos
con sus reglas finas, presumidas
selectas, ¡versos tan discretos!
Que da pena de no seguirlos
dijeron las rimas concernidas.
Bueno, ¡Ya está, vamos a dejarlo!
Dijo, con la cara bien torcida
la sílaba a punto de borrarlo,
se le notaba que estaba ida
más bien, deseando callarlos.
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¡Es que vamos!, no lo podemos creer
hay que ver, la poquísima vergüenza
que hay que tener, el querer apagar
con ese comportamiento tan vulgar
una candela tan bien fusionada
con su fuego tan alto y pareado
en la que no faltan versos ni rimas
dijeron, con semblante bien airado.
Que de tanto tomar, los achispados,
tenían tal mamada que era para ver:
Los versos en cueros
las rimas despelotadas
las sílabas, mamadas
y agarrados por donde podían
porque de pie no se tenían
todos a la vez cantaban:
¡Viva la revolución!
¡Abajo reglas y métricas!
¡Viva el desmadre y la madre que te parió!
¡Venga, silaba, alegra esa cara, chiquilla!
¡Llena otra vez las copas del fusionado!
¡Que nos vamos de pareado!
¡Eso, en cueros!, dijo contagiado el soneto
y se bebió de golpe catorce lingotazos.
Con lo que, como era tan fino y distinguido,
se cayó en redondo al suelo,
dando lugar a un sonoro romance.
Las rimas que lo ven, despelotadas como estaban,
sele echaron encima y aquello fue una vergüenza.
¡Viva la anarquía! Gritaban.
Una orgía, que todavía nadie se explica cómo empezó. El caso es que le echaron la culpa al pareado. El que en su defensa alegó, que él no había empezado, que fue el fusionado, que era muy caliente y muy fogoso, y, sino que le pregunten, ya verán lo que dice.
Bueno, pues le preguntaron: a ver, fusionado, di algo
Y dijo: Yo arriba y ella abajo y luego, nos cambiamos.
En fin, que con tanto jaleo y tanta borrachera
no había manera de poner las cosas en claro,
así que me uní a la fiesta cantando el himno
de sinvergüenzas, depravados y desarrapados.
¡Viva el amor libre, sin reglas ni cadenas!
¡Venga, chilla, llena las copas y fuera las ropas!
¿¡Qué ropa!?, preguntaron excitadas las rimas.
Al tiempo que, desnudas, se me echaban encima.
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Perdonen sus señorías (doctores de la poesía), si esta apología sobre borracheras de rimas les resulta obsceno, quizás que he dado demasiados tumbos. La embriaguez tiene esas cosas, que te dejas llevar por la euforia del momento y se pierde hasta la vergüenza.
En mi descargo, (¡ay, las ilusiones y los espejismos!), alego, que todo ha sido el estar embrujado por los pareados y seducido por los fusionados. Pues sí, a gusto, estoy fundido, aleado, ni les cuento. Claro está, en ese libre albedrío, de una quimera llamada insolente libertad.
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¡Déjate de tanta charla y sacate ya la metáfora!
Me dijo la rima que tenía más cerca, casi encima.
Así que, ante tanta calentura, no tuve más remedio
y antes de hacerlo, ya tenía sus versos al ataque
tanto que hasta pusieron mis vergüenzas en jaque.
Lo que pasó a continuación, mejor no lo cuento, no sea que la rima se me enfade, la euforia se convierta en lamento y al final me encuentre como el Gallo de Morón, sin pluma y cacareando.