Allá arriba un cerro que se eleva,
Acá abajo una vista que se pierde
¿Qué otras cosas suben y bajan en este cuarto?
Un nuevo insecto cada día, se digna a robar la poca luz que queda.
Tocan la puerta de la pieza vecina,
El sonido de rebote me despierta.
Nada que hacer, contando los últimos rastros
De la noche pasada, barriendo la historia
A la medida del polvo y de la alergia.
Me digo a mi mismo: la verdad es esa cría
Que se esconde debajo de la alfombra
Para disimular el desorden que deja su inexistencia.
Salgo a la calle como el invitado a su propia casa.
Si los ojos pudiesen reproducir lo que no he querido ver,
no habría ánimo de excusas ni de explicaciones.
Una nota encima del refrigerador
Como epígrafe a una despedida sin debut:
“No te rindas a la expectativa”.
Le digo en mente a la vecina que se va:
No dejes que las palabras ajenas
Sean una mitología al uso
A la medida del deseo y el olvido…
Y ya solo resta la imagen de un par de palabras
disparadas contra la pared como si no dijesen nada
acaso lo dijeron todo, mientras
solo los necios vuelven de donde salieron.
Afuera una vía hacia la expectativa
adentro un montón de células y de desperdicio
y una víbora por teléfono móvil
me repite dulcemente
que quizá mañana no pueda volver