Recuerdo aquel día en que me viste,
cuando conociste una parte oculta de mí,
confié en ti como un niño en la penumbra,
y estuve a tu lado en cada momento.
Pero cuando yo necesitaba de ti,
cuando mi alma se desgarraba en silencio,
no estabas allí, no extendiste tu mano,
y el abismo entre nosotros se hizo profundo.
Me duele saber que nuca preguntas por mí,
que mi nombre se pierde en la bruma,
soy de esas personas que se preocupan por otros,
antes que por sí mismas, antes que por el alma propia.
Un día, me notas diferente, y no te preocupas,
no te inquietas, significa que decidí no cargar más cruces,
que mi corazón se cansó de esperar.
Valorar una amistad requiere coraje,
mirar más allá de las palabras vacías,
y si no tienes ese valor, está bien,
porque yo también aprendí a soltar.
En el eco de los silencios compartidos,
se revela la verdad de nuestras almas.
y aunque el camino se bifurque,
el recuerdo de la amistad perdura.