TARDES DE OCTUBRE
Los bancales se alargaban feraces,
hasta la misma línea del horizonte,
y brillaban extrañamente cubiertos de la primera hierba
de la siembra. Y como la hierba era nueva, muy reciente,
el verde resultaba alegre además de brillante, con la seguridad
de que solo era cuestión de minutos,
de un cuarto de hora como mucho,
que dejara de lucir,
que el precioso momento pasara
casi sin darnos cuenta, y, ya sin más,
se malgastara en balde.
Pues es sabido que, a mitad del otoño,
las tardes relucen cortas, fugitivas casi,
que, en un tris,
su llamativo tesoro desaparece.
Gaspar Jover Polo