Suena un frío de mañana,
la fotografía del fuego guardada,
y una antigua frustración que mana.
Escribe el gorrión su cuento,
en dispositivo obsoleto,
su pluma es una oxidada.
Y es justamente de fuego de lo que habla,
ígneo siempre,
ausente de repente.
Con nuevas letras aladas,
se siente un poco más viejo,
por este trazo tan disparejo.
Espera la foto en el cajón,
mientras las llamas consumen el aura,
no canta mucho ese gorrión,
pero camina, toma café y baila.