La brisa merodeaba sutil
Entre palmeras y el mokal,
Junto a aquellas chozas
En que anidaban las aves
El sol hería el azul cielo,
Rastreaba la jungla y
Se detuvo al ver a Iria
Sobre la alfombra de albero
Tendida sobre la tierra,
Las olas relamían sus pies,
Acariciaban delicados tobillos
De rutilante y morena piel
La luz difuminaba aquel
Esbelto y delicado cuerpo,
Dorado, de mujer mulata,
Rizados tirabuzones, sus cabellos
La mirada de sus negros ojos
Heria la refracción de la luz,
Torturando mi sensibilidad,
Alterando mi cardíaco ritmo
Junto a su torso, en sus labios,
Sobre el ónix de sus mejillas,
Entre la carnal sonrisa,
Ante la sicalíptica turbación
Los efluvios de aquella brisa,
Fascinaron briosa marejada
En fluidos extra sensoriales,
Humedeciendo los convulsos cuerpos
¡Y las olas retrocedieron, borrando las huellas de aquella pasión!