Manuel Valles

Del amor furtivo

Ayer la noche,

la oscuridad dormida

en un hondo beso,

una leve caricia dada

bajo la mirada turbia

de la niebla en los ojos,

nuestros cuerpos saliendo

de las sábanas,

de la humedad tibia

de nuestro abrazo,

apenas la luz del alba

mordiendo la punta

de un cigarrillo

como luciérnaga obstinada

ante su momento breve

y sin pausa,

la prisa de tus pies

en la alfombra, cuando,

desnudo,

te asomas a la ventana

y ves el semblante apesadumbrado

de una ciudad

pegada al pavimento,

y ves tus manos

que aún tienen el olor

masculino

de mi entrepierna, en los dedos,

y hueles el aire

de la habitación callada

en donde aún flotan deseos

como invisibles

partículas esperando,

deseos impregnados

en las paredes tibias

de la alcoba...

 

Hoy el día,

y tus manos

cerrando las cortinas,

atendiendo los estatutos

del sudor en la carne,

poros que vuelven a abrirse

como flores

en un jardín 

puesto

en la intemperie nuestros cuerpos,

vellos que asoman de nuevo

su inquieta seducción 

rizada,

alientos

envolviendo

algo más que las bocas,

y el rojizo cielo

a nuestras tetillas

pegado...

Horas largas,

estiradas,

como queriendo asirse

del borde

de la siguiente noche.