Destino lúgubre, sus plegarias eran llanto
en un panteón inmenso y glacial,
disipadas brumas eran núcleo en ese dispar,
bondadoso cortejo, el pesar...
Contando células en suelos y lechos de porquería,
el encerrado rabioso, el mortecino capitán,
ya su timón arrojó por borda,
bendecido por aguas saladas,
besando al frío mar como a madres sagradas...
No perezoso, ese líquido apabullante y creciente,
devolvió esa imagen en espejos verdosos,
otorgando al marino una vista a su vida,
antes del partir...
Miróse campante, maloliente y voraz,
adormecido, sin cara de susto,
atinó a esbozar un gesto de sucia zaña,
y se odió, abarcando en ese sentimiento
once océanos como el que lo ahogaban....