Decir que la quiero es poco,
decir que la extraño… ¡mucho!,
pensar que su voz no escucho
me vuelve per se, muy loco.
Me inquieto si no la toco;
conmigo mismo, yo lucho,
me voy poniendo flacucho
y con mis versos la invoco.
Quisiera que me quisiera
así como yo la quiero;
quisiera que ella viniera
al lecho donde la espero
en donde siempre la espera
la gema de mi joyero.