Me asgo al amor que me profesáis,
tan puro, fuerte e incondicional,
que cubre de miel mis dolorosas querellas.
¿Me creéis? Prolongáis mi tiempo de amar.
Aunque ya no soy una doncella
y los años dejan ver mi edad,
mantenéis la hermosa promesa
de amarme hasta el final.
¿Me creéis? Prolongáis mi tiempo de amar.
Y si el cielo se tiñera oscuro
y los días se tornen muladar,
confiaré en tu corazón tan lúcido,
que en mis manos pediste entregar.
Sé que me creéis, me lo dice tu mirar.