El cuarto estàba tan oscuro que daba miedo. No aguantaba el flagelo de la luz sobre mi frente.
Tomé lo que quedaba en la copa y estrellé la ginebra contra la persiana prisionera. Todos se reìan y de alguna manera tambien envidiaban la vida del camelleo. Mi joroba me rascaba entre las sabanas extrañando el desierto en el que no importaba mi reflejo en los espejos. Pero las comadrejas indignadas por mi comportamiento me la juraron, si estaba abierto me juzgaban, si cerraba tejìan conjeturas, no habia salida.
Me lavé la cara y salì con estas ojeras demolidas y cabalguè hasta que la luna se hizo gotita de liquid paper