Nelly despertó con el suave canto de los pájaros y la cálida luz del sol que se filtraba por entre las cortinas. Era una mañana como cualquier otra, pero para ella, cada amanecer era una nueva oportunidad para celebrar la vida y el amor.
Se levantó de la cama y se dirigió al jardín. Allí, entre las flores de mil colores, se encontraba su tesoro más preciado: un pequeño rincón lleno de margaritas. Eran sus flores favoritas, un símbolo de pureza y amor. Mientras las regaba, acariciaba sus pétalos blancos y sus corazones amarillos, y pensaba en su amado.
\"Margaritas\", susurraba, \"¿Creen que todavía me ama?\"
Una suave brisa acarició su rostro y llevó consigo el dulce aroma de las flores. Nelly sonrió. Le gustaba imaginar que las margaritas la escuchaban y le respondían con un suave balanceo.
Se sentó en un banco de madera y se quedó mirando el jardín. Recordó el día en que su amado le regaló las primeras margaritas. Fue un gesto sencillo, pero lleno de significado. Desde entonces, las margaritas habían sido una constante en su vida.
De repente, una mariposa de alas azules revoloteó Nelly la observó con ternura. Las mariposas siempre habían sido sus compañeras inseparables. Creía que eran mensajeras del amor y que llevaban sus pensamientos hasta su amado.
Con cuidado, tomó una margarita y la colocó detrás de su oreja. Era su forma de decirle al mundo que su corazón pertenecía a alguien muy especial.
Al volver a la casa, Nelly se sintió llena de paz y alegría. Sabía que su amor era fuerte y duradero, como las raíces de las margaritas que crecían en su jardín. Y aunque a veces tenía dudas, la naturaleza siempre le recordaba que el amor verdadero nunca muere.
OneyCFCuba