Puede mirar al cielo y reposar en los frescos pastos del cerro, tan suaves; estiré las manos hasta tocar los pétalos, escuchando al pájaro cantor. El perfume de la mañana y el rocío me envolvió, desvaneció las ataduras del mundo.
Al perder mi vista en lo azul y dejar que la pareidolia busque formas en esas nubes, llegaron desde ballenas, conejos, rascacielos que tocaban la luna, bombones blancos y caballitos de mar. Cerré los ojos, me perdí aún más en mi tranquilidad; era el pasto, el viento que tocaba mi cabello.
Al caer aún más, llegué en el sueño, calentó mi ser en la vastedad del universo. Me vi rodeado de más nubes, de luces violetas que danzaban lento, suave, y esferas rocosas errantes como planetas; flotaba entre esos colores, escuché mi respiración. Se presentó la obscuridad y el silencio.