Tu piel tiene el oro vivo
de un mango en plena sazón,
y tu aroma es tan cautivo
como el jugo del limón.
Tus labios son la dulzura
de una sandía en verano,
y en su roce, la ternura
de un durazno en mi mano.
En tu andar siento la brisa
de un guayabo florecido,
y tu risa es la caricia
del coco recién partido.
Tus ojos son dos cerezas
que deslumbran al mirar,
y en ellos mi amor tropieza
como fruta en un palmar.
Eres piña, eres tamarindo,
eres papaya y pasión,
un banquete que en su nido
llena entero el corazón.