Soy un fuego,
una chispa que alguien
olvidó encendida,
un rescoldo
que se alimenta de sombras.
Quemo despacito,
sin prisa,
como quien no tiene otra cosa
que hacer, que consumirse.
Solo existo,
y eso ya es bastante;
tengo la costumbre
de hablarle al silencio,
de buscarme en los charcos,
de cargar a cuestas la vida,
como si fuera una bolsa
llena de nada.
Camino solo
y cada paso
es una mentira nueva;
pero de vez en cuando,
alguien me mira,
y entonces soy verdad
un pedazo de cielo roto,
un vaso de agua lleno de ceniza,
pero verdad después de todo.