Yo quisiera,
regalarte un domingo.
Caminar juntos en el parque cercano
y buscar tus ojos en las
ramas de los abedules.
Quiero alejarte de la casa de siempre,
donde crecen incautas telarañas
y los nenúfares se mueren solitarios,
sin que lo sepa nadie.
No pretendo cambiarte.
Solo quiero que entiendas,
que anochece en mis manos
y los ojos envejecen.