Siento la necesidad de viento.
No sé... este deseo inédito falta
de mi experiencia en vida.
Sin embargo, me asalta en lo mejor
del día, cuando arriba el sol centenario
Entonces, me intuyo
barrilete en desempleo, cuyos flojos
hilos impiden la elevación,
a menos que una corriente de nosedónde
venga a dar impulso, rumbeando
hacia las nubes, otra vez.
O, también, un molino solitario,
instalado en campos de holanda,
carente de cuidados y aceite,
fatigado por la impaciencia de aspas,
y al que mejoraría una bocanada,
furiosa, redentora, de aire franco
para saberse vivo.
El herrumbre y la falta de energía,
como una infrecuente sed,
me traen a esta desconocida suerte.
Pero,
vengo a declarar: “damas, caballeros,
niños mayores de tres años
que pagan boleto: estoy soportando
la carencia de viento”.
Aunque no sepa explicar exactamente
qué es lo que pretendo.