Me imagino un color,
cualquier color,
de esos muchos inexistentes,
de los que andan sueltos por ahí.
Casi podría tocar su esplendor,
total esplendor,
sin darme cuenta de los segundos ausentes,
siendo el vacío la obsesión que perseguí.
Tan tranquilo este frío,
en contraste con su brillo,
filo de la noche,
de sol oculto pero presente.
Se sabe iridiscente,
aunque a la belleza no le importen,
su matiz en equilibrio,
y su imposible alivio…