La potencia sígnica de la poesía la hace tan peligrosa como la libertad misma. Ambas son riesgos que los tiranos deben liquidar —y quizás alguno de nosotros lo sea—
La poesía, como la libertad, se convierte en un espejo donde los tiranos—externos e internos—se reflejan con terror. Su potencia sígnica, su capacidad de transgredir lo literal y abrazar lo simbólico, la convierte en un arma que no se puede confiscar del todo. La poesía subvierte porque crea; la libertad se expande porque desborda. Quizás el verdadero riesgo está en que ambos nos exigen enfrentarnos a lo que somos, a los propios límites que nos hemos impuesto.
¿Somos nuestros propios tiranos? La pregunta se posa como una sombra inquietante, y la respuesta, tal vez, esté escrita en versos que aún no nos atrevemos a leer.
FELICIDADES POETAS EN EL DÍA INTERNACIONAL DE LA PALABRA Y QUE NUNCA FALTEN PARA SUS POEMAS!