Hierve mi alma en tu presencia,
como agua puesta en el fuego,
y en el calor de tu inocencia
se cuece lento mi deseo.
Tu piel, un grano de cacao,
oscuro, dulce, o amargo,
que al rozarla pierdo el paso
y en su sabor quedo atrapado.
Tu voz es chispa en mi caldera,
aroma a especias y a canela,
que al encenderse lisonjera,
me deja ardiendo en su candela.
Eres el dulce que enloquece,
la sal que quema y no perdona,
la mezcla exacta que estremece,
el fuego lento que me corona.
Como agua hiervo, desbordado,
al verte, amor, no tengo calma.
Eres mi postre, mi pecado,
mi ardor eterno, cuerpo y alma.