Pesa sobre mi vida toda una maldición
que le da forma a una invisible soledad,
en un tiempo que da vueltas en un reloj
y hacen de mí un rehén que no sabe escapar.
El silencio impone en mí su condición
para que el ayer condene a mi libertad,
detenido en un destino que sabe a perdición
sin tener la certeza si mi vida podría encauzar...
Desnuda está mi alma en total desprotección
como ante el viento se halla un simple rosal,
pero me siento rebasado ante esta situación
donde siento el dolor al instante de respirar.
Me preocupa que esté muriendo mi corazón
que esta tormenta interna no quiera parar,
que mis ojos no distingan a cada color
que mi memoria no quiera volver hacia atrás...
Todo es abstracto e inerte a mi alrededor
un dolor tan constante como las olas del mar,
un espejo donde veo el rostro de un perdedor
alguien en la cornisa del bien y del mal.
No hay límites para estar en esta dimensión
ni un Dios en la cruz a quien poderle suplicar,
donde no hay descanso ni calma para estar mejor
tan solo trampas en un laberinto sin final...
Siento en mi martirio el núcleo de mi adicción
que mis pasos se ahondan en un pantanal,
sin huellas de dónde quedó aquella vieja ilusión
cuando entonces supe tener un poco de felicidad.
Mi vida es encierro, sin misericordia ni perdón
son lágrimas nuevas que voy aprendiendo a llorar,
y la muerte es el rumor de una magica voz
que me habla en silencio cada día más y más...