Oh, lápiz febril que en mi mano descansa,
herramienta sagrada del verbo y del fuego,
tu punta cincela la más dulce esperanza,
mientras tu borrador rectifica el pasado con denuedo.
Para ti, amada mía, esculpo el mañana,
en trazos precisos que el alma desvela;
tú, musa eterna, mi aurora temprana,
inspiras la llama que el grafito revela.
Tu amor es la chispa que embiste mi mano,
y el lápiz obedece mi pasión inclemente;
cada línea susurra un destino cercano,
donde el tiempo conspira a favor del presente.
Escribes mi futuro en arpegios sutiles,
y borras el pesar de lo que nos hirió.
Con guasa sonríes, y en gestos gentiles,
pues sabes que el lápiz siempre nos unió.
Así, mi instrumento, tan noble y sencillo,
te nombra en sus líneas, te graba en su encanto;
pues serás para siempre el más bello pasillo
donde el amor escribe su eterno quebranto.