Viernes y sábado lluvioso en la fría capital, inundaciones, desastres climáticos y el aviso trágico de una historia, la misma que ha sido contada en estos años.
El domingo agripada y sin fuerzas, con dolor no solo en el cuerpo sino en el alma.
Escoger si tomar la mano de un ángel o seguir en el infierno con él demonio que me acompañaba cada noche y me susurraba al oído dulces cuentos e historias antes de dormir.
Se avecinaba en la lluvia del frío invierno de noviembre así como en sus inicios de la cálida historia el final de esa memoria marcada de amor, pasión, sufrimiento, decepción, ilusión y esperanza de que algún día el rumbo fuera otro.
Fue allí donde llegaron unas flores blancas que irradiaban paz, un reloj de bolsillo que expresaba el tiempo que ha transcurrido y el que esta por pasar, unos medicamentos que expresaban cuidado y protección, un globo de corazones que demostraba amor y una nota escrita a mano pidiendo una oportunidad devolvieron la esperanza perdida.
Mientras que un mensaje eliminado, llamadas perdidas y bloqueadas son la muestra de la desesperación y el juicio de un amor que ya no esta y se desvaneció, fue la decisión más difícil que haya podido tomar, el cielo o el infierno.
A veces la costumbre del trato en migajas, la atención en dosis mínimas, el sabor amargo de la traición, el aceptar el irrespeto enfrentada en la madrugada del cálido lunes sentir la avalancha de emociones de un romántico que vive la intensidad de la magia, es el camino a elegir para poder vivir feliz y existir ahora como la princesa de sus cuentos y no como la villana de lo que fueron cuentos.