Del cauce seco del río olvidado,
las piedras narran leyendas de antaño,
voces que alertan del árido daño,
en humedales que el tiempo ha secado.
Las aguas, que ayer fueron su calado,
hoy son tierra yerma, un paso perdido;
al orto, el Sol pinta un cielo rendido,
que en silencio observa el lecho quemado.
El viento, mensajero de recuerdos,
remueve el polvo de áspera pintura
desvelando vestigios enterrados.
En la sequía de aciaga conjura,
la rambla avisa de sueños y miedos
de la sedienta herida que hoy perdura.