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Recuerdos.

 

 

De mis recuerdos de doctor, dejen que les cuente sobre Camila, una niña de cinco años, que llego al hospital al atardecer mordida por un perro, en brazos de su madre.

Sus miembros inferiores y parte del pecho estaban desgarrados. No me impresiono ese hecho, sino el estado de abandono y desnutrición de las mismas. Debimos realizarle varias intervenciones por lo cual la internación de Camila debió prolongarse cerca de dos meses. Ella tenia dos hermanos menores, en una de las visitas de su madre ellos vinieron con ella junto a su padre. Creí hasta ese entonces conocer las consecuencias de la pobreza en los niños… y en sus padres. ¡Pobre iluso!

Fue cuando le di el alta a la niña que pude tomar conciencia de la verdadera situación de la familia.

Camila, con sus cinco años, llorando en brazos de su madre, le rogaba que no la llevara del hospital, le decía que quería quedarse a vivir allí, que venga ella también, que había lugar para toda su familia.

¡Aquí me dan de comer mama! ¡Aquí me dan de comer!  Repetía sollozando.

Simplemente no pude dejarlas ir, sin saber su realidad.

Simplemente, no pude dejarlas ir, sin cambiar su realidad.