Heme aquí,
sin memoria
y junto al mar,
como un grano de polvo
sobre ruinas,
sin preguntas
y mayores silencios.
Perdido en la noche
del microscopio,
en el alimento primigenio
de la flor,
retornando inexorable
a la tierra,
en el tedio de la duda
que no inquina,
y la deshora
de las horas que se van.
Sumido
en la espiral del caracol,
en el hálito húmedo
de la costa,
en su voz líquida,
sin lengua
ni recuerdos,
y en el tacto desvanecido
de la espuma.
Bajo el inmenso y estrellado cielo,
como vaso de carne
con ajenjo,
y amargo llanto de risas,
celebrando
mi genial e irreparable
fracaso.