En mi pecho hay un fuego latente,
una llama sempiterna, un latido
que susurra entre sombras mi locura,
incansable eco de melancolía
con la cruz de un alma desahogada
por el consuelo de las mariposas.
Mi pecho está loco de amor, lleno
de palabras flotantes que consumen
los versos de mi insomnio perenne.
Mi pecho es un torbellino de estrellas
luciérnagas feroces que despiertan
delirio de un amor ingobernable.