Viento motorizado, de humor receloso,
que traspasa las sonrisas panorámicas
y navega sin trabas por su crónica vital sobre
la grandiosidad del tiempo, soldado de sollozos.
En su insondable recorrido,
se lleva los espacios sustantivados y oscuros
de trabalenguas mesiánicas.
Viento terapeuta, torneado de palabras,
que encamina a ese universo digitalizado
hacia su entretenida sanidad.
Viento bicéfalo
que asusta y conserva la bienaventuranza
de las montañas sosegadas.
Es el parpadeo del viento que progresa, sublime,
con el silencio profiláctico
y se profesa en la epidermis de la brisa intelectual.
Viento tecnológico
que repone los píxeles voladores
y acerca las rutas incandescentes a babor.
Viento alfabetizado, ¡caramba!, en castañuela,
crujiente de emoción al fin.