Eres un templo donde el tiempo muere,
un relicario de gloria y de abismo;
todo tu ser, delirio que prefiere
burlarse del mundo y su heroísmo.
Cada segundo que roza tu esencia
es oro puro que humilla al destino;
los dioses tiemblan, presa de impotencia,
al ver que tu risa detiene el camino.
Tus pasos pintan senderos eternos,
y el aire se curva rendido a tu piel;
tus ojos, más cálidos que los inviernos,
me salvan del fango, me llevan al edén.
Si cada momento es un cofre sagrado,
mi vida entera tu llave será;
me aferro al tesoro de estar a tu lado,
pues sin tus latidos, ¿qué vida habrá?
La burla del tiempo, que todo devora,
se doblega ante ti, no osa vencer;
porque amarte, mi bien, en cada hora,
es el único reino que quiero tener.