Otra vez el insomnio,
ladrón furtivo,
se apodera de la noche,
ingresa por la ventana,
extiende sus alas negras,
sacude los sueños,
y los deja tirados
como hojas en el suelo.
El reloj mastica las sombras,
escupe su tic-tac en mi cara;
yo lo miro desarmado,
con el insomnio sentado en mi cama
como un amigo incómodo
que no tiene cuándo marcharse.
La luna es un ojo borracho,
me mira y me deja solo,
mientras el insomnio fuma
y me llena el cuarto de humo,
de preguntas y acertijos.
Yo le digo que se calle,
pero el se ríe y me muerde
con furia los párpados.