Yeshuapoemario

Ustedes están muy equivocados (Mar. 12:27).

 

En las páginas sagradas, un misterio se despliega,

con palabras de antaño, verdades que se sostienen.

Los saduceos, eruditos de la ley y el pergamino,

en su saber profundo, un detalle perdieron.

 

La zarza ardiente, relato de fuego y de fe,

hablaba de un Dios no de muertos, sino de vivos, ¿no lo ven?

\"El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob\",

una promesa de vida, más allá del polvo y el lobo.

 

Jesús, maestro y guía, en su sabiduría infinita,

les mostró que la vida, como la zarza, se agita.

No en llamas se consume, ni en la tierra se queda,

sino que asciende y florece, en la resurrección se encomienda.

 

Leamos, pues, con ojos que buscan entender,

no sólo las palabras, sino el aliento que las hace nacer.

Cada versículo, cada historia, un tesoro escondido,

en los resucitados, en el corazón vivido.

 

No es la letra, sino el espíritu, lo que da la vida,

no es el argumento, sino la fe, la que nos guía.

En la Biblia encontramos, si profundizamos con amor,

la voz de un Dios que habla, en el susurro y en el clamor.

 

Así que cuando la Escritura en nuestras manos reposemos,

recordemos que en cada palabra, un universo se compone.

No solo historias de antiguos, o leyes de un tiempo ya ido,

sino un diálogo eterno, con el Divino entrelazado.

 

Que la lección de los saduceos, a nosotros nos ilumine,

para no pasar por alto, lo que Jehová nos destine.

En la zarza, en la resurrección, en el amor y en Jesús,

hallamos la verdad eterna, el camino y la luz.