Te escapaste a la media noche,
volviendo descalzo y ausente,
tentaste a mi piel a las cuatro,
a las seis me dejaste silente.
Antítesis del derroche,
en tu pequeñez estridente,
te llevarás mi ahínco en un rato,
dormitando en mi presente.
Eres aliento de un anhelo,
caricia fría, fina,
que a la mente lastima,
por su enredo, sin tu consuelo.
Apnea de una vida que se queda,
esperando por el solsticio y el rocío,
mas obtiene solamente perfumes rotos,
por no saber distinguir ni un poco.
Se me van el día y la noche,
me sobrevive la nada,
de pronto a mis adentros espío,
en un intento de aliviar los ojos rojos,
y dejar atrás este desvelo robado a un lobo loco.