Yeshuapoemario

Estamos rodeados de una gran nube de testigos (Heb. 12:1).

 

En la vasta esfera de la existencia, donde el tiempo y el espacio se entrelazan, una gran nube de testigos se alza, testimonio de la fe y la constancia. Son aquellos que, a través de las eras, han enfrentado pruebas y tribulaciones, manteniendo firme su lealtad a lo divino, a lo eterno, a Jehová. Su camino no fue sencillo, estuvo marcado por desafíos inmensos, pero su esperanza nunca flaqueó, su visión nunca se nubló.

 

Aunque las promesas celestiales no se materializaron ante sus ojos mortales, su fe no necesitó de la vista para ser verdadera. Como estrellas fijas en el firmamento de la convicción, brillaron con la luz de la certeza, sabiendo que la aprobación divina era suya, más allá de toda duda terrenal. Su ejemplo, como un faro en la oscuridad, nos inspira a mantener nuestra esperanza anclada en lo sagrado, en Jehová.

 

El mundo, en su tumultuoso girar, puede declinar hacia la sombra, pero la luz de la verdad no se extingue. Satanás, el adversario, puede poner a prueba la fortaleza de los siervos de Jehová, pero como el acero en la fragua, su fe solo se fortalece bajo el martillo de las adversidades. Ante lo que el futuro pueda traer, ante lo desconocido y lo incierto, la resolución de servir con el alma intacta no vacila, pues la esperanza no reside en lo efímero, sino en el Dios vivo, en la promesa de lo eterno.

 

Así, rodeados por esta nube de testigos, avanzamos, paso a paso, hacia el cumplimiento de un destino escrito en las páginas del tiempo, un destino que, aunque oculto a nuestros ojos, está grabado en el corazón de lo infinito. Con cada acto de fe, con cada gesto de lealtad, tejemos el tapiz de nuestra propia historia, una historia que se une a la de aquellos que nos precedieron en este camino de esperanza y perseverancia.

 

Que sus voces, aunque silenciosas, resuenen en el eco de nuestras acciones, que sus vidas, aunque pasadas, se reflejen en la calidad de nuestro servicio. Que la esperanza que ellos abrazaron sea la misma que nos guíe a través de las pruebas, que la aprobación que buscaron sea la que nosotros también anhelemos alcanzar. Y en este viaje, en esta búsqueda, que la certeza de su presencia invisible nos acompañe, recordándonos que no estamos solos, que somos parte de algo más grande, de una historia de fe que trasciende el tiempo y el espacio, unidos en la esperanza de un Dios vivo.