¡Padre! Quiero que sea como antaño
cuando mis necesidades colmabas,
mis caprichos perniciosos negabas
y así me alzaba a superior peldaño.
¡Padre! que nada me arrastre al engaño,
diligente administración, sin trabas,
de tus dones, de mí, ahora recabas,
pues malversarlos sería mi gran daño.
Vuelvo a ser niño aplicado y afanado,
que en aprender halla su gran fortuna
y su gran anhelo es ser bien mandado.
Manso y humilde a ti me he subyugado
y, aliviado al atender tu oportuna
llamada, mi alma descanso ha encontrado.