Solo el crepúsculo auxilia mi cuerpo olvidado,
que ha trascendido la metáfora del tiempo,
para llegar a la vejez,
con la palabra sencilla, inagotable,
de historias vividas sin alarde,
como el aliento de los árboles,
o la frescura de la lluvia.
Es imposible iniciar de nuevo,
renovar los huesos con un sol nuevo cada día,
dibujando los gestos de nuevas promesas,
de nuevos latidos
en la ínfima realidad de un instante.
Revivir la palabra olvidada,
para contar de nuevo la historia,
sin llegar tarde al encuentro,
del tiempo y el destino.
Si tan solo pudiera,
recomponer las ruinas del pasado,
de las pulsaciones infieles del corazón.
Si pudiera convertir al menos,
un momento de la infancia,
en nueva música,
o devolverles la luz a mis sábanas por un santiamén,
remozar mis ojos,
enternecer mis manos,
ocultar las sombras,
aquietar mi sed de lluvia,
respirar el ánimo de los árboles,
y descubrirte a ti oh Dios,
en el rojizo horizonte de la madrugada.