Hernán Mejía Silva

CONEJO DE CHOCOLATE

Tan inusual tenerlo,

algunas veces con las manos temblando,

y ese conejo blanco,

sin mayor explicación,

ya estaba brincando.

 

Podría recitar al paladar sus deleites,

cualquiera alcanzaría a comprenderlo,

al ñeco ni verlo,

pues ambos somos de diente prominente.

 

\"Qué en su piel se marque nuestro reflejo”

exige el lagomorfo con vehemencia,

me asusta un poco este conejo,

de impaciente y translúcida presencia.

 

Mas tenía razón: si en el dulce aparece la silueta,

quiere decir que la dulce barra está correcta,

de chocolate, obviamente,

siendo uno y todos a la vez: el niño

y el conejo insistente.