Tan inusual tenerlo,
algunas veces con las manos temblando,
y ese conejo blanco,
sin mayor explicación,
ya estaba brincando.
Podría recitar al paladar sus deleites,
cualquiera alcanzaría a comprenderlo,
al ñeco ni verlo,
pues ambos somos de diente prominente.
\"Qué en su piel se marque nuestro reflejo”
exige el lagomorfo con vehemencia,
me asusta un poco este conejo,
de impaciente y translúcida presencia.
Mas tenía razón: si en el dulce aparece la silueta,
quiere decir que la dulce barra está correcta,
de chocolate, obviamente,
siendo uno y todos a la vez: el niño
y el conejo insistente.