Me duelen tus dolores, como si fueran míos,
y tus alegrías me arrancan suspiros fríos;
me hiciste tan tuyo que, sin yo proponérmelo,
siento cada tristeza como un eco eterno.
Has logrado en mí un ser de empatía extraña,
que en tus risas florece y en tu pena se empaña;
me hiciste sentir lo que otro no puede,
y soy el fiel reflejo de lo que a ti te duele.
Si en tu risa hallo el norte, en tu llanto naufrago,
como si en cada goce o en cada estrago
mis latidos siguieran el compás de tu ser,
tan atado a tus pasos que me cuesta entender.
Con sarcasmo, sonrío, porque no soy yo entero,
soy un espejo de tus dichas, tu fiel compañero;
y en la ironía de amarte, sin salvaguardas ni ruido,
me hice en cuerpo y alma el eco de tu latido.