Salvador Galindo

Atrapa musas (elegía)

Lleno del aura brava de la noche,

raíces en el suelo crecen como garras

Los tallos de beldad se diluyen en sangre

y su presencia se vuelve informe.

 

Invisible a los ojos, duele en el corazón,

el llanto de las ninfas amarga sus mieles.

 

El ángel del precipicio,

como me hizo nombrar el altisonante

me llama a explotar mi talante

me llama a socavar ventanas y furias.

 

Esparciendo los dotes de las parcas,

exigente hasta la locura, arrojo mi nebulosa

entre fiestas y credos paganos.

 

Viejos amores entre mis brazos

imitando la moda del destino,

entierro lo anodino de sus pesadillas

y las filtro entre razones seculares.

 

Calladas en su sed planetaria,

nutren al insecto interior

el estado larvario de su propio temor.

 

El futuro es una excusa,

y para vírgenes de recónditas matrices,

el tesoro y pretensión de su circular vida.

 

El viñedo que invita a ahogar la tristeza

lo que mejor se ahoga es la palidez profunda

de apostar por tierra y desencadenar un mundo,

un tumulto de fuego e inocencia.

 

Lo que tendría que ahogarse

es la esperanza de la inspiración,

que no es sino la libido de vísceras al aire

y manía poética de ser la nada misma.

 

Y de pronto me vuelvo hueso,

un roído hueso que añora ser carne,

que quiebra por alcanzar el cielo.

 

Lleno del aura brava de la noche,

raíces en el suelo como manos sórdidas

y la única excusa para crear y para amar,

es que la musa muere

como poema en la hoja.