De rojo se ha teñido la tierra.
De los niños amenaza la risa.
Dónde verdes praderas existieron
encantadoras flores exhibiendo.
Ya nada queda, solo flores muertas.
Al hijo y mujer un hombre deja
Aunque ya viejo su deber atiende
ella rápidamente lo comprende.
Mientras su hijo observa levemente
el semblante de su madre entristece.
Las lágrimas caen, una tras otra.
Rápidamente sus lágrimas limpia
se vuelve hacia él, fingiendo una sonrisa
con un beso se despide, se aleja.
No recordaba el peso de las armas.
No cesan los heridos, ni los cuerpos.
mientras el hedor putrefacto se intensifica.
Más lentamente la moral cae
en la victoria ya nadie cree
y mientras van al frente.
Quién debería ser su líder
solo mira y muchos mueren.
A su esposa el miedo le corroe
que una veloz bala perdida
detenga el tiempo de su amado.
Una sutil esperanza se mantiene
¿Su esposo aún la recuerda
O su mente se habrá quebrantado?
Olvidando su familia o su nombre
¿Habrá perdido sus agallas
y se halla retirado de la batalla?
Cesan sus fatigantes pensamientos
para así poder conciliar el sueño.
Pero un sonido la ha despertado,
era el ruidoso teléfono sonando.
Al contestar, un hombre le ha informado
sobre un héroe respetado.
Quien salvó las vidas de soldados
sus ojos poco a poco se habían cerrado.
Su última petición, sus últimas palabras.
“Lamento lo sucedido. Siempre te he amado
si oyes mis palabras, vive por el hijo
que ambos hemos atesorado”.
Solo un llanto oyó el soldado
que la noticia había entregado.