Valeria, te doy las gracias y el desprecio,
por los días de sol y las noches sin regreso,
por las mentiras envueltas en tu beso,
y el dolor que dejaste en este pobre necio.
Me enseñaste que el amor es un juego,
donde las reglas cambian sin previo aviso,
en tu mirada fría vi el infierno hecho paraíso,
mientras tu risa dibujaba mi sosiego.
Agradezco las lecciones de tu engaño,
la fuerza que nació de tu traición,
y aunque en mi pecho aún arda la abrasión,
es un abismo que no me es extraño.
Valeria, de ti aprendí a desconfiar,
a ver más allá del dulce encanto,
y aunque a veces lloro y a veces canto,
sé que de éste rencor no será eterno su durar.
Me despido de tu sombra, de tu reflejo,
agradecido por el tormento y la lección,
y aunque el desprecio anide en mi canción,
sigo adelante, libre de tu espejo.
Valeria, gracias por la herida,
por abrir mis ojos a la verdad cruda,
y aunque del cariño a ti nunca hubo duda,
te dejo ir sin rencor con este poema de despedida.