Yeshuapoemario
¿Qué se gana con mi muerte? ¿Acaso el polvo te alabará? (Sal. 30:9).
En la senda de la vida, buscamos el sentido,
en cada amanecer, en cada despedida.
La salud, un bien precioso, nos guía en el camino,
es el don que nos sostiene, la luz que nos ilumina.
Nos cuidamos con esmero, pues valoramos el regalo,
la existencia que nos brinda el Creador del firmamento.
Evitamos lo dañino, lo que al cuerpo hace malo,
pues en cada latido, hay un sagrado aliento.
Aunque el tiempo nos desgaste, y la fuerza se nos vaya,
no perdemos la esperanza, ni la fe que nos embarga.
Como David, el rey poeta, que a Jehová siempre alababa,
nuestro canto no se apaga, en la salud o en la fragua.
La vejez y la dolencia, pruebas de la vida son,
mas no cesamos en la lucha, ni en el amor que nos conmueve.
Seguimos adelante, con firme convicción,
que aunque imperfectos, nuestro valor se mantiene.
Y si la muerte llega, como a todos llegará,
no es el fin de la jornada, ni el cese de la alabanza.
Pues la promesa divina, como faro brillará,
resurrección nos espera, en la eterna esperanza.
Así vivimos cada día, cuidando el don de la vida,
honrando al Padre celestial, con acciones y con fe.
Aunque el cuerpo se debilite, y el corazón se aflija,
seguimos fuertes, en el amor que no perece.
Porque sabemos que importamos, a los ojos del Creador,
que nos ama y nos valora, más allá de nuestro error.
Y en ese amor infinito, encontramos el calor,
que nos guía y nos protege, y nos da su bendición.
Así que cuidemos siempre, este tesoro tan vital,
la salud que nos permite, alabar con libertad.
Y recordemos que en Jehová, hay un amor sin igual,
que nos lleva, nos sostiene, y nos dará la eternidad.