Se marcha la noche
y empieza otro día,
el sol se despierta
y manda sonrisas.
La luz, temblorosa,
comienza y se estira,
por mares y campos
y el alma se anima.
Comienza el poema
que traza sus líneas,
en versos quebrados
y llenos de vida.
Ya cantan las fuentes
manando alegría,
igual que las aves
que vuelan sin prisa.
La vida despierta,
los labios suspiran,
y el hombre, ante esto,
no nota la herida.
Se centra en los sueños
de luz infinita
y en tantos latidos
que el pecho le envía.
Y vuelve a la infancia
y al niño que, un día,
jugaba, soñando,
con mil poesías.
Trenzaba los versos
con prosa y sin rima,
y luego buscaba
a su hada madrina.
¡Qué sueños aquellos
y barcos, sin quilla,
que un niño y su magia
trazó en poesía!
Rafael Sánchez Ortega ©
27/11/24