Yo fui la sombra que cubrió tu herida,
el paso firme en tu camino incierto,
el abrazo cálido en las noches frías,
el puerto al que siempre volvías.
Fui quien vio en tus ojos la luz y el abismo,
quien creyó en tus sueños cuando tú los perdiste,
quien tejió con esperanza cada hilo roto,
aunque a veces mi alma quedara en despojos.
Yo fui la calma cuando todo ardía,
el guardián de tu risa, la cura a tu llanto,
quien calló sus dolores por sanar los tuyos,
quien luchó contra el mundo para estar a tu lado.
Y sin embargo, nunca fui suficiente,
mi amor no encontró eco en tu mente,
fui la presencia que se volvió invisible,
el corazón que ofreciste a lo imposible.
Hoy te dejo estas palabras como un susurro eterno,
porque aún en la distancia, mi amor no es infierno,
ojalá encuentres alguien que te dé lo que fui,
que te abrace como yo y que no te deje ir.
Ojalá valore tus risas, tus miedos, tu esencia,
y vea lo que yo vi con tanta insistencia.
Que te ame con la fuerza que me hizo renacer,
que te mire y sienta lo que yo no puedo contener.
Pero si un día el vacío te alcanza,
si recuerdas las veces que te di esperanza,
solo piensa en mí y en todo lo que fui,
porque yo te amé como nadie lo hará por ti.
Yo fui el refugio, la fe y el abrazo,
el amor que dejaste en el ocaso.
Y aunque ahora el destino nos haga partir,
yo fui quien más te amó… y siempre será así.