Arrimado al borde de un taburete de barra
y acodado al mostrador,
cansado de estar conmigo mismo,
e hincado cada noche al asco de lo indebido...
Decapito otro botellín de cerveza,
y ya no sé si mi aliento es afrodisíaco o a insecticida,
que entre-muere funerario
y hace que mi cuerpo quede inhabilitado...
Solo con mi esqueleto,
con mis venas e insectos en el cerebro,
un urbano bípedo
lleno de resacas, de estertores, y de nada...
Sin memoria que me hable, que me salude,
ya nunca nada ni nadie,
tan mudo y conforme, muriendo,
con el alcohol, desde hace ya mucho tiempo...